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8 may 2012

Ensayo a la vida


Mil frases aisladas hacen un historia real

Me pierdo, me busco y no me encuentro, me hallo hundido en un pozo de negatividad, en mi mundo no existe color, todo es negro y lo que parece tener algo de luz yo me encargo de oscurecerlo, de apagarlo. Me pregunto que forma de vivir es esta, si mi triste vida puede tener solución. Es ahí cuando recuerdo una frase del gran Kahuna que decía “Disfruta del poder y la belleza de la juventud”, entonces comprendo que no puedo seguir así que tengo que hacer algo con mi vida, pero ¿el qué? Si lo único que sé es que por mi cabeza sólo pasan sueños, sueños de los que nunca creo tener esperanzas de despertar. Dicen que los sueños existen para intentar hacerlos realidad. Y cada día nos decimos: sí, lo haré mañana. ¿Pero y ahora? ¿De qué vivimos ahora?

A veces miro el mar, es eterno en movimiento, pero dos ojos son pocos para esa inmensidad, comprendo que estoy solo y paseo, paseo por el mundo y me doy cuenta de que dos piernas no bastan para recorrerlo todo, es ahí cuando vuelvo atrás. Recuerdo algunos momentos pasados en aquel coche. La música del radiocassette. El calor de la noche. Los asientos incómodos que siempre chirrían. Los pies en el salpicadero. Los cristales empañados. El sabor del sexo. Único. Esplendido. Irrepetible. Más tarde, esas mismas ventanillas bajadas para coger un poco de aire. Un hilo de humo que sale. Sonrisas en la penumbra. Momento en el que hago mía la frase de Walt Withman “estábamos juntos, el resto del mundo se me olvidó”.  Es ahí cuando llegan puntuales, a traición los recuerdos de cuando una historia termina. El dolor, proporcional a la belleza del amor vivido. 

Pienso que el mundo se divierte a mi costa, todo me recuerda que se marchó incluso una simple película. Y es que como dijo Pablo Neruda, “El amor es corto y el olvido largo”.

Pude conseguir dejar de quererla, comprendí que debía obviarla, sacarla de mi cabeza, pero no puedo olvidarla ni aunque quisiera. Me queda para el consuelo la frase de Alfred Tennyson “es mejor haber amado y haber perdido que no haber amado nunca”.

Pero el tiempo pasa y me ha hecho comprender que no todo es amor, que tal vez amar es sentirse ligeros y libres. Es saber que no pretendes apropiarte del corazón del otro, que no es tuyo, que no te toca por contrato, sino que debes merecerlo cada día. Entonces soy consciente de que hay respuestas que quizás deban cambiarse. Y que el pasado debía vivirlo y por eso ella apareció como todas las demás. Es cuando veo que a veces es preciso partir para volver a encontrar el camino; que no importa todas las veces que viajemos sino la insistencia en  querer saber cual es la meta adecuada. Y es que como decía Henri Lacordaire “el amor es como un rayo, no se sabe donde caerá hasta que no ha caído”.

Siempre llega la noche. Noche encantada. Noche dolorosa. Noche insensata, mágica y loca. Y luego más noche. Noche que parece no acabar nunca. Noche que, sin embargo, a veces pasa demasiado rápido. Pero a veces basta con nada para comprender que esa puerta nunca se cerró con llave. Porque hay cosas que no se borran nunca. Y regresan otra vez. Como la marea. Entonces es cuando me entra el miedo a amar. ¿Qué puede haber más hermoso? ¿Qué riesgo mayor vale la pena correr? Con lo bonito que es entregarse a la otra persona, confiar en ella y no pensar en nada más que en verla sonreír. 


Pasan los minutos. Pasan las horas. Pasa algún día. He leído de todo. He hecho de todo. Pero resulta muy difícil escapar al propio silencio. Lo dijo hasta un sabio japonés: puedes escapar del ruido del río y de las hojas al viento, pero el verdadero ruido está dentro de mí. Provocándome una tremenda sordera, desorientado en un mundo sin sentido. Ya nada más me queda aceptar que solo hay algo que tiene el poder de cambiar la vida de una persona, el amor.

Podré comprender que no hay nada imposible,  porque los sueños de ayer son las esperanzas de hoy y pueden convertirse en realidad mañana, al fin y al cabo según Williams Shakspeare “Estamos hechos de la misma materia que los sueños”. Es cuando mi confianza crece y comienzo a pensar que en cuanto menos me lo espere, cuando crea que todo va en el sentido equivocado, que mi vida, programada en cada mínimo detalle está naufragando... de repente, suceda. Ella aparezca y me haga comprender que el amor no es y no puede ser simple afecto, que no se trata de costumbre o amabilidad. Que el amor es locura, es el corazón que late a dos mil por hora, la luz que surge de noche en pleno atardecer, las ganas de despertarse por la mañana solo para mirarse a los ojos. Que cuando el amor deja de ser un drama, es mágico y de repente hace que la vida sea la cosa más sencilla y bonita del mundo, hace que todo encaje a la perfección y mi realidad sea como quiero que sea, entonces las ideas que me faltaban aparecen de improvisto. Quiero poder decirle las cosas que a nadie me atrevería a decir, reír con ella cuanto su corazón y su razón me lo pidan. Que luchemos por alcanzar lo que deseamos, que compartamos lo mejor del amor, aun teniendo una gran amistad. Que dejemos huellas en nuestros corazones, poder decirle libremente “te amo”, sin miedo a perderla. El amor es sentir y prueba de nuestra existencia.


El amor más hermoso es un cálculo equivocado, una excepción que confirma la regla, aquello para lo que siempre habíamos utilizado la palabra "nunca". Qué tengo que ver yo con su pasado, yo soy una variable enloquecida de su vida. Pero no voy a convencerla de ello. El amor no es sabiduría, es locura... nuestros defectos pasarán a ser nuestros polos negativos y positivos que se atraen, mis celos servirán para conservar el amor, del mismo modo que las cenizas conservan el fuego. Haremos lo posible, e intentaremos lo imposible. En la vida no se puede tener todo, sin embargo, es necesario aspirar a ello, porque la felicidad no es una meta sino un estilo de vida.

Llegaremos ahí al punto en el que echaremos a correr arrastrando nuestras maletas nuevas. Ligeros. Sin miedo. Sin prisa. Sin tiempo. Con la mano perdida en la del otro. Y nada más. Ninguna cita, ninguna preocupación, ningún empeño. Nada. Más ligeros que una nube.

No se, no se quien eres. No se quien serás. No se que será de nosotros. Todo eso lo sabremos solo viviendo. Así que aquí sigo, esperando un accidente positivo, de modo en que me cambie la vida a partir de ese momento. Y que haga por un instante de esos momentos algo para siempre, puede que un día se olviden pero por el momento son para siempre.

Y después la pregunta mas difícil: ¿Disculpe, usted me ama o no? y la respuesta mas simple: ¡No lo sé! pero estoy en ello.


Se cumplirán nuestros deseos, las manos se multiplicarán como un deseo imprevisto que se convierte en una historia de amor. Un beso divertido, con lengua; un beso que sabe a amor y a juego. Lleno de sabores buenos y de deseo y de mar abierto y de tantas cosas...

Alberto Ortiz,
 el amor es como jugar al póquer, a veces es mejor apostar porque así tienes posibilidades de ganar.